viernes, 3 de junio de 2011

Viejo

Me vi viejo. Había refrescado inesperadamente y me puse a buscar unas zapatillas de invierno y al ponérmelas percibí de repente la vejez. Como muchos otros antes que yo, hasta ahora, cada vez que veía un anciano en la calle, pensaba que nunca llegaría a ser como ellos. Que nunca tendría su mirada triste, su andar titubeante, la piel ajada o flácida. Es preferible no llegar a eso, pensaba, no pasar ese umbral donde la muerte acecha como un abismo detrás de una puerta, donde los días resbalan en la turbia economía de las cosas prestadas. Por qué aceptar la decrepitud, su crueldad, la implacable parsimonia de sus sinsabores: los padecimientos óseos, las dispepsias, la corrupción dental, el insomnio, la angustia. El estúpido consuelo de las religiones. Y toda la farmacopea convirtiéndote en una rata de laboratorio. Mejor no llegar a eso, me dije, no cruzar el umbral. Calzado sobre unas zapatillas de felpa, partido en dos delante del espejo, con la mitad de mi vida engastada en la joya de la juventud y la otra en un reflejo amenazante, me vi en la frontera de la vejez. Saqué los pies de su sitio y dejé que me atravesara el frío blanco de las baldosas.

6 comentarios:

  1. Buenos días! Navegando llegué hasta acá.´Hace un tiempo me está dando vueltas en la cabeza escribir algo sobre la vejez. Lo suyo muy bueno

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  2. el frío blanco me ha subido hasta las canas incipientes.
    inquietas almas.
    un saludo, sincero

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  3. Indudablemente a veces todos sentimos la insoportable levedad del ser... Yo soy de edad temprana y aun así me siento vieja por dentro. Un saludo y enhorabuena por un blog tan sincero.

    Luz y Penumbra

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  4. Un torero (no recuerdo cuál, no soy muy taurina) decía que el día que no pudiese montar a caballo se pegaba un tiro. Y punto. Así lo hizo.
    Yo por si acaso, acabo de tirar todas las zapatillas de felpa por la ventana. Pero tampoco me atrevo a poner los pies en el frío de las baldosas. ¿Por qué habrá desterrado la Iglesia el concepto de limbo??

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  5. Sí, creo que el limbo estaba pensado para todos aquellos que siempre nos movemos entre dudas...no sé. Un abrazo, Elena.

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