jueves, 15 de enero de 2009

Don Nadie

Yo soy de esos a los que ignoran en las fiestas. Tipos que se quedan con la copa llena en un rincón, solos, al lado de un mueble de diseño. A veces consigues que te preste atención alguien a quien admiras y reprimes tu entusiasmo. Te balanceas sobre los pies, mueves las cejas, intentas entablar una conversación erudita. Entonces aparece ELLA, la diosa, la artista que concita todas las miradas (y los torvos deseos, y las erecciones dominicales) y, tomando del brazo femeninamente a tu interlocutor, te lo arrebata. No es que se esfumen, es peor, te humillan, se quedan junto a ti, hablando de sus cosas, cosas excelsas, o rutinarias, de las que no formas parte. Con rostro lacayuno te vas al retrete y lees, como periódicamente vienes haciendo desde que naciste, las pintadas inefables que decoran el averno. Piensas en los espasmos gandules de tu próstata y en la pereza cósmica con que se desplaza el mundo; luego sales con mirada huidiza y los ves al fondo. Antes de abrir la puerta del círculo de bellas artes, o del museo etnográfico, miras de refilón la chaqueta de punto que llevaba ELLA y que cogiste de una percha solitaria. Y percibes en sus delicados pespuntes, después de devolverla a su sitio, el brillo jabonoso y úrico de tus gotitas de pis.

1 comentario:

  1. y aderezando el mueble de diseño, unos fricciulin, puddins de arandano y girasol caramelizado, berenjenas gratinadas sobre una base de centeno invertida, callos y una fabada. Escaso, aunque nunca lo suficiente si el pan está incluido sin cargo.

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